McKinnie: de Luxemburgo y México a brillar con los Warriors

Los Warriors han comenzado 10-1 una temporada regular en la que se habían propuesto evitar el aburrimiento, la desconexión y la imagen en muchos momentos mala de la pasada. Lo dijo Draymond Green: «Se nos hizo más duro por no estar enchufados«. Esta vez el equipo parece más fresco de piernas y sobre todo de mente, está jugando a un excelente nivel y encontrando nuevos retos, disfrutando de las victorias (solo han perdido in extremis contra los Nuggets, que van 9-1, y están 6-0 en el Oracle) y los récords (el último, los 14 triples de Klay Thompson en Chicago).

McKinnie: 26 años, 2,03, casi cien kilos. Alero. Un jugador absolutamente desconocido para el gran público que ha jugado 28 minutos de media en los dos últimos partidos de los Warriors, y que participó con 14 puntos en el despegue del último, ante los Grizzlies. Y que en su Chicago natal, mientras Klay metía sus 14 triples, se fue a 19 puntos y 10 rebotes. Antes de esta temporada había disputado 53 minutos de NBA en catorce partidos con los Raptors, con los que debutó el 30 de octubre de 2017 y con los que se pasó la pasada temporada saltando del roster a la G-League, donde participó en el All Star y el concurso de mates y se formó como three and D (defensor con tiro exterior) a las órdenes de Jerry Stackhouse. Su camino, sin embargo, viene de mucho más lejos y de una de las localizaciones más improbables del mapa mundial del baloncesto.

Porque McKinnie no fue drafteado en 2015 y se marchó a jugar a Luxemburgo con East Side Pirates, un equipo terrible en el que perdió todos sus partidos menos dos, en pabellones prácticamente vacíos y donde aprendió a coger las riendas de un equipo, promedió 26 puntos por encuentro e hizo que los estadounidenses veteranísimos que apuraban allí sus carreras le preguntraran durante los partidos qué demonios estaba haciendo en aquella liga donde no ganaba más de 1.500 dólares al mes. Había sido el único refugio que había encontrado después de no tener ni entrenamientos privados con franquicias antes del draft y de una carrera que no prometía un futuro NBA, no digamos con minutos en uno de los mejores equipos de la historia: en el instituto no brilló y ESPN le colocó como el ala-pívot número 196 del país. En la universidad pasó de Eastern Illinois (donde no jugó el primer año) a Green Bay, donde tuvo dos lesiones de menisco. En total, sus medias en 96 partidos de baloncesto universitario fueron de 7,1 puntos y 5,1 rebotes. Después de Luxemburgo y entre saltos a la G-League (pagó 175 dólares para ganarse una plaza en una prueba con Windy City Bulls) jugó también en México para Rayos de Hermosillo, viajando por ciudades donde las normas del equipo recomendaban no salir de los hoteles o hacerlo en grupos de tres si era imprescindible.

Y de ahí, a promediar ahora 6,8 puntos y 4,1 rebotes con un 58% en tiros y casi 15 minutos en pista por noche con los Warriors, nada menos. Después de disputar la Liga de Verano con los Raptors, fue cortado. En la Bahía le hicieron hueco para el training camp, donde ni mucho menos era un aspirante a quedarse en el equipo. Lo logró (se enteró por boca de Steve Kerr a las puertas de la Regular Season) por su trabajo (defensa, físico, pelea por cada balón, algunos mates impactantes, buena mano desde las esquinas…) y porque a los Warriors les bailó una plaza en su rotación en las alas cuando Patrick McCaw rechazó una oferta de 5,2 millones por dos años y ni siquiera volvió para jugar con la qualifying offer. Quien aconsejó al dos veces campeón estará viendo ahora aterrado como sus minutos y su rol han sido devorados por McKinnie, con el que los Warriors tienen hasta el 7 de enero para garantizar su contrato para toda la temporada: solo 1,3 millones y apenas 1,5 para la próxima. A su nivel actual, un chollo para un equipo que recibe como una bendición cualquier factor de producción a bajo coste, en plena escalada de gasto para retener a sus estrellas.

En su visita a Chicago, su hogar, con el campeón no solo jugó un excelente partido sino que aprovechó para rellenar el papeleo que faltaba para comprarle a su madre una casa y sacarla del barrio en el que él se crió viendo jugar a los Bulls de Jordan y Pippen. «No queremos que se despierte ahora», dice Steve Kerr sobre el sueño en el que vive un jugador que hace tres años estaba en uno de los peores equipos de Luxemburgo y ahora se ha ganado un hueco en los Warriors de Stephen Curr y Kevin Durant. Una historia fantástica, desde luego.

vía:as.com

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