De acuerdo con el Informe General de Estadística 2016, del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, la matrícula de las Instituciones de Educación Superior, al año de referencia, es de quinientos cinco mil novecientos treinta y seis estudiantes (505,936).
De ese total, el 41.1%, doscientos siete mil ochocientos noventa y seis estudiantes (207,896), se concentra en universidades a las que, por su ubicación, se les podría considerar como un corredor universitario.
El supuesto corredor, compuesto por doce (12) instituciones de educación superior, comienza con la Universidad APEC (UNAPEC) y termina con la Universidad del Caribe (UNICARIBE), pasando por la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA), la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), la Universidad Cultural Dominico Americana (UNICDA), la Universidad Eugenio María de Hostos (UNIRHEMOS) y la Universidad Dominicana Organización y Método (O&M).
Próximo al referido corredor están: la Universidad Nacional Evangélica (UNEV), la Universidad Iberoamericana (UNIBE) y el Instituto Global de Altos Estudios en Ciencias Sociales (IGLOBAL); además, la Universidad Católica Santo Domingo (UCSD y la Universidad Psicología Industrial Dominicana (UPID). Estas universidades, por su cercanía, se pueden considerar como parte de ese corredor.
De la matrícula del corredor, el 71.8%, 149,335 estudiantes, se concentra en las universidades: Autónoma de Santo Domingo (66.8%), Dominicana Organización y Método (21.2%) y Tecnológica de Santiago (12.0%).
La mayoría de esos estudiantes procede de la clase económica media, media baja y baja del Distrito Nacional, pueblos aledaños y del interior del país.
En el año escolar considerado (2016), se estima que los padres y otros familiares del noventa por ciento (90%) de esos doscientos siete mil ochocientos noventa y seis estudiantes gastaron como mínimo, unos nueve mil millones de pesos, sólo en pago de pasaje en transporte público, incluido el metro, algún desayuno ligero y algunas fotocopias propias del desempeño estudiantil universitario.
Hay que tomar en consideración que la mayoría de los estudiantes tiene que tomar dos carros públicos para llegar a su centro de estudio o una guagua y un carro, o el metro y un carro, llegando algunos, inclusive, a tener que usar un moto-concho. Los que tienen su transporte propio, que es la minoría, 10%, deben gastar en combustible y mantenimiento de dicho medio. Esto supone, que hacer una carrera universitaria, aún en la UASD, donde estudiar es prácticamente gratuito, y en universidades como la O&M y la UTESA, cuyo costo de matrícula es inferior a otras y con pagos cómodos, para una persona de un hogar de bajo ingreso, o en el peor de los casos, sin ingreso fijo, es un sacrificio.
Bajo esta realidad, el metro es un soporte importante para los estudiantes de ese corredor y otros que llegan hasta él, pues abarata ese costo anual en alrededor de mil ochocientos millones de pesos. También se debe considerar la beca de RD$5,000.00, que a través del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCyT), facilita el Gobierno a estudiantes de la UASD que mantienen un índice académico sobre ochenta puntos. De igual manera, se facilita el almuerzo casi gratuito (RD$5.00) por servicio, que la misma UASD proporciona a sus estudiantes.
Conviene preguntarse: ¿Dónde fueron a parar esos casi nueve mil millones de pesos que los estudiantes gastaron en el año 2016 para ir a las universidades? A los negocios de venta de comida y otros establecimientos que están alrededor de las universidades, pero fundamentalmente al bolsillo de los dueños del transporte público: carros, guaguas y otros.
¿No deberían, entonces, los propietarios de ese transporte, sobre todo los de las guaguas, ofrecer a los estudiantes un sistema de transporte cómodo y a un menor costo?
En este mismo sentido, manejando el concepto de corredor universitario, como la población de estudiantes que diariamente hace vida en las mencionadas universidades, durante (15) horas diarias, seis o siete días a la semana, se hace necesario y urgente, que el Gobierno central, la Alcaldía del Distrito Nacional, las universidades y el sector privado, se aboquen a planificar la forma de cómo ofrecer a esa población, cada día mas creciente, facilidades en términos de comedores con platos a bajos costos, centros culturales (teatros, cine, clubes, etc.), centros comerciales tales como tiendas, tiendas deportivas; centros de recreación controlados, centros de fotocopiados, centros de servicios personales (salones de belleza, gimnasios, etc.), pero sobre todo, residencias universitarias seguras y reglamentadas, para mujeres, para hombres, a precios módicos que estén al alcance de los estudiantes y que les garanticen una mejor calidad de vida, y consecuentemente a sus familiares.
Estas medidas podrían dar al traste con los negocios informales que existen alrededor de las universidades y que arrabalizan, y restan majestuosidad al entorno universitario, debiendo estar acompañadas de un sistema de ciberseguridad, con cámaras y otros medios, que faciliten la observación de su funcionamiento.
Estas instalaciones podrían convertirse en fuentes de trabajo que contribuyan a disminuir la tasa de desempleo, prioritariamente en los estudiantes universitarios, que constituyen junto a la población infantil, el segmento de población más importante de un país y a los que, tanto el Gobierno como el sector privado, deben garantizar un ambiente adecuado para el estudio, seguridad laboral y desarrollo profesional.
Acciones de esta naturaleza contribuyen a la estabilidad económica de las familias, disminuyen la deserción estudiantil, alejan a la juventud de las drogas y otros vicios, y favorecen la creación de un ambiente propicio para el estudio y la formación de ciudadanos que se incorporen positivamente a la sociedad y aporten al desarrollo del país.
Vía : elcaribe.com.do
