Vladimir Putin hereda una casa en Tel Aviv de su ex profesora

Si el presidente ruso, Vladimir Putin, decide en el futuro vivir en Israel no tendrá que buscar casa. El dirigente ya tiene una. Es pequeña pero está en una zona atractiva de Tel Aviv y cerca del mar.

Se trata de la herencia que le ha dejado quien fuera su admirada profesora de alemán a finales de los 60, Mina Youditskaïa Berliner. Esta ucraniana judía, de 96 años, falleció hace dos meses. No se trata por supuesto de un capricho sino de una póstuma muestra de agradecimiento hacia su ex alumno en San Petersburgo.

Desde 1973 cuando hizo alia (emigración judía a Israel), Berliner no se había puesto en contacto con ese chaval serio y callado de 15 años que varias décadas después se ha convertido en el hombre fuerte de Rusia y uno de los dirigentes con mayor influencia en Oriente Próximo.

Hace trece años, tuvo lugar el reencuentro cuando la profesora se enteró de que Putin iba a realizar una visita oficial a Israel. Berliner se puso en contacto con la embajada rusa para intentar ver a su Vladimir. Y así fue. Los dos coincidieron en un encuentro de Putin con veteranos de la Segunda Guerra Mundial de origen ruso. Allí, el mandatario no tardó en identificar a la profesora a la que debe su alemán.

En la reunión en Jerusalén, recordaron viejos momentos en secundaria. «¿Cómo era Putin como alumno?», le preguntó el entonces presidente israelí, Moshe Katsav, a lo que Berliner contestó: «Muy bueno».

Putin regaló el piso a su antigua maestra

El reencuentro no se quedó allí. Cuando Putin se enteró de que su anciana ex profesora vivía en una modesta casa en un piso alto y sin ascensor, decidió regalarle un apartamento. La elección fue la céntrica calle Pinsker en Tel Aviv «cerca del mercado, parada de autobús y médico», como ella deseaba y necesitaba. Su nuevo hogar tenía sólo una habitación y media pero la localización era perfecta para sus necesidades.

«Cuando recibí la casa, lloré. Putin es un hombre agradecido», reconoció al diario israelí ‘Yediot Ajaronot’ que este lunes ha revelado la llamativa herencia. Al margen del regalo inmobiliario, Berliner recibió de Moscú un reloj y una autobiografía firmada por su alumno de alemán más famoso en 1967 y 1968.

«Era un buen estudiante. Siempre aprendía bien el vocabulario y la gramática»reveló Berliner a la agencia alemana DPA en 2014.

A principios del pasado mes de diciembre, la profesora falleció y fue enterrada en el cementerio de Petaj Tikva, cerca de Tel Aviv. Viuda y sin ningún familiar cercano al que dejar la casa. En su testamento, dejó escrita su última voluntad: que el piso fuera a manos de quien lo compró. Su alumno.

«No sé si es muy prudente alquilar el piso de Putin. Imagínate que no logras llegar a final de mes y tienes que vértelas con la KGB», nos decía entre sonrisas el israelí Amir en Tel Aviv.

En sus cada vez más habituales conversaciones sobre Siria, Irán, Líbano, y el grupo chíi Hizbulá, Putin y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ya tienen quizá un tema más de conversación.

 

Fuente: elmundo.es

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