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Jon Lee Anderson, veterano reportero de la revista ‘New Yorker’, ha recopilado sus mejores crónicas por medio mundo en un libro que lleva por título ‘He decidido declararme marxista’ (Debate), que ha presentado recientemente en Barcelona y Madrid junto con un ensayo, ‘Aventuras de un joven vagabundo por los muelles’ (Anagrama).
-El título que lleva el libro… ¿es una provocación?
– Bueno, ese título sale de un diario mío, algo que escribí para mí mismo a los 13 años a partir de mi lectura de la historia del mundo en ese momento. Sentí entonces que los que habían dado la cara a través del tiempo habían sido ellos. No me hice formalmente marxista pero era una declaración de intenciones a los 13 años. Y resulta que se lo conté a un editor, en Chile. Y cuando empezamos a hablar de hacer esta antología, me dijo ‘Jon, tienes que poner ese título’.
-Pero si ahora tuviera que hacer una declaración de intenciones como hizo a los 13 años, ¿qué se declararía?
-Bueno, sería un poco más largo. Igual diría que soy antifascista. Reconozco virtudes marxistas, aunque yo no me declaro marxista como tal. Soy demócrata y creo que vale la pena pelear por ello. Y cuando dijo pelear, digo pelear. Es lo mejor que hay con todas sus flaquezas y si no conservamos la democracia como sea ya sabemos los despotismos que vienen. Diré que soy demócrata, pero no demócrata blandengue.
-Habla de pelear la democracia, ¿Está en peligro?
-Sí, claro. Viene Donald Trump a ser presidente de Estados Unidos. Está en peligro y está en peligro en el lugar que ostentaba ser la cuna de la democracia durante 200 años. Y aunque ha tenido sus flaquezas, ha funcionado como tal. Ha sido un país que ha sabido rectificarse mejorarse a través del tiempo. Yo pensé que la elección de Barack Obama era la prueba de eso y resulta que era nada más la antesala de Donald Trump y el detonante atraer de nuevo al seno de Estados Unidos todo lo anterior. Abrió la caja de Pandora. Trump entendió que era su oportunidad política, entendió que había un prejuicio muy enquistado en la psique de una parte de los estadounidenses y un racismo latente pero encubierto. Y sacó la costra y aprovechó que había un negro en la Casa Blanca para hacerlo.
-¿A Trump como lo definiría?
-Bueno, ahora no es un dictador pero es un dictador en ciernes. Sin duda es un autoritario. No es un dictador todavía porque no ha vuelto a subir al poder y no ha destripado el país todavía. El día que lo haga será dictador. Ojalá no.
-¿Tendrá los instrumentos para hacerlo?
-Tiene los instrumentos para hacerlo. La pregunta es si las instituciones y la sociedad civil son suficientemente fuertes para dar la cara. Lo que él nos enseñó la vez pasada es que muchas de las cosas que pensábamos que eran atenuantes a un poder absolutista no lo eran.
–¿Y qué le parece la entrada en la Casa Blanca del hombre más rico del mundo, Elon Musk?
-Mire la línea ética. Resulta que Elon Musk hace dinero con el estado que ahora será encargado de fiscalizar. ¿No hay una línea ética ahí? Pero Trump se la ha fumado con descaro frente a las instituciones y la ética.
-¿Y cómo se pelea la democracia? Trump ganó en las urnas
-Bueno, quizá sea prematuro decirlo en el caso de Estados Unidos pero se pelea de todas las formas. En la calle, claro. Y por la fuerza si es necesario. ¿O nos vamos a nuestras tumbas? Hay que defender la democracia con uñas y dientes.
-¿Cree que hay conciencia de este peligro que acecha a la democracia?
– La gente está en shock y yo no digo que la gente tiene que empuñar las armas ahora, pero Trump hace visible la posibilidad de que algún día sí. Y no soy el único en decirlo. Ellos son los primeros en hablar de guerra civil. Ellos, la hinchada de Trump, que están bien armados y son muy violentos. Ellos son los agresivos. Se está creando una brecha en Estados unidos de antagonismos vitales. Y eso puede llegar a mayores.
-¿Y qué papel juegan ahí las redes sociales y esos canales de información alternativos a los medios de comunicación?.
-No son alternativa. Si Musk tiene 180 millones de seguidores compare con los lectores de New York Times y verá que no es alternativa. Trump ha trabajado desde hace unos 10 años en vilipendiar a la prensa. Estamos en momentos muy peligrosos porque empiezan a ocupar el espacio y nos van reemplazando.
-Algo habremos hecho mal los periodistas
-No hemos sabido defendernos. No salimos en defensa propia a tiempo. Cuántas veces habremos visto esas imágenes de Trump diciendo en La Casa Blanca a la cara de los periodistas, ‘ustedes son el enemigo del pueblo’. Se lo decía en su cara, sí. ¿Acaso se fueron en protesta de la Casa Blanca? No. Se quedaron ahí por respeto. No dijeron nada. Ahí mismo nos pisoteó. Perdimos la fuerza por ser demasiado respetuosos, por quedarnos parados ante sus insultos y falsedades.
-¿También han perdido los periodistas la credibilidad?
– Sabemos lo que está pasando. Ha sido narrado a través de todo este tiempo. Lo que pasa es que no ha calado porque hemos quedado en nuestras burbujas. No hemos hecho un esfuerzo adicional para llegar a la gente y decirles: ‘No somos fake news’. Nos hemos quedado dentro de los medios esperando que llegara de vuelta la audiencia. Y no. Tenemos que llegar a ella como hacen los políticos, hacer mítines, irla a buscar. Si nosotros valemos tanto como los políticos, sin nosotros no hay democracia. Por eso los despóticos nos atacan . ¿Acaso no somos actores políticos? Sí lo somos y no en defensa de un partido necesariamente, pero sí, en defensa de la libertad cívica. Nosotros sí defendemos eso y tenemos que encontrar nuevas formas de hacerlo. Tenemos que ser más activistas. Tenemos que ser militantes en aras de la verdad. Suena un poco grandilocuente, pero ojo o lo hacemos o escribimos nuestro propio obituario.
-Y en este mundo tan convulso, ¿dónde está la izquierda?
-¿Jugando al parchís?, ¿al voleibol? Pero, primero, ¿cómo definimos la izquierda? ¿Es la izquierda de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua? Lamentablemente eso es una izquierda que se ve y que es un extremismo despótico dictatorial y corrupto. Venezuela igual: hamponería. Cuba ya no puede ni prender las luces y en Bolivia se están peleando entre sí. Caudillismos.¿Pedro Sánchez es izquierda? No soy estudioso de lo que pasa en España para saber si lo ha hecho bien o no, pero al menos ha logrado mantener un estado con pretensiones de prebendas sociales para los necesitados. Es un gobierno que insiste en una sociedad tolerante, que es una virtud propia de la izquierda. En América Latina hay algunos otros ejemplos. Boric es un socialdemócrata muy parecido a lo que podría ser un líder de la socialdemocracia europea. Lula es un tipo de izquierda pragmática. Tiene sus flaquezas. Yo soy crítico de aspectos de Lula, pero lo reconozco como un tipo que quiere el bienestar social.
-Y esa admiración que cierta izquierda profesa a Putin, ¿cómo la ve?
-De chico siempre me decían que los extremos se juntan. Nunca lo vi. Pero ahora sí lo he visto, dese hace 10 años, desde que la extrema izquierda alaba a Putin o a Bashar al Asad. La extrema derecha y la extrema izquierda son la misma cosa, es el extremismo, el despotismo, el autoritarismo. Putin no tiene nada de izquierdas. Nunca lo ha tenido. El hecho de que nació en la URSS no le hacía de izquierdas. Era un país despótico. Y él era del KGB. Entonces, él tiene más en común con los neonazis que otra cosa. ¿Asad es de izquierdas? Es una dictadura ultranacionalista inspirada en el nacional socialismo de Mussolini.
-¿Le ve una salida a la guerra de Ucrania tipo paz por territorios?
-Sí, claro. Se puede acabar la guerra a cambio de ceder territorio pero Putin se sentirá complacido y sentirá que ha ganado. Y luego volverá á hacer lo que hizo con Ucrania con otros países. Será un respiro para los ucranianos, pero ya no será el mismo país. Y solo será una parada ante la próxima contienda bélica.
-¿Y Oriente próximo?
-Israel no terminará hasta que termine con el potencial nuclear iraní. Primero fue Gaza, después Hizbulá. Entonces están cortando los dedos, pero eventualmente van a ir por la cabeza. Es obvio.
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