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La tenista estadounidense Danielle Collins siempre fue peculiar. Y, sobre todo, reactiva ante todo estímulo exterior que le incomoda. Este jueves, después de vencer en la segunda ronda del Open de Australia a la local Destanee Aiava por 7-6 (4), 4-6 y 6-2, explotó a su manera. Es decir, con una sonrisa de oreja a oreja, llevándose las manos a la oreja, y respondiendo a todos los aficionados australianos que habían venido increpándola durante el partido.
«¿Qué os parece?», iba repitiendo Collins mirando al público, retándole, lanzando besos e incluso dándose un manotazo en el trasero mientras salía de la pista entre gritos.
Collins, subcampeona en el Open de Australia en 2022 (perdió contra Ash Barty), resiste todavía en el circuito a sus 31 años y pese a haber amagado con su retirada. Considera que aún tiene cosas que hacer. El tiempo le da la razón.
«La gente a la que no le gustas, y la gente que te odia, en realidad paga tus facturas. Obviamente, mi carrera profesional no va a durar para siempre», declaró Collins, en declaraciones recogidas por Ap. Y abundó: “Quien haya comprado una entrada para venir aquí a abuchearme, que sepa que lo destinará a la fundación Danielle Collins”. No contenta con ello, alimentó aún más su discurso con sorna diciendo en qué se gastaría también el dinero: «En unas vacaciones de cinco estrellas. [A mis amigos y a mí] nos gustan los barcos grandes, los yates».
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