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Llegó a Yeda con la presión ahogando el nudo de su corbata. Llegó Joan Laporta con dos jugadores (Dani Olmo y Pau Víctor), que no podía usar Hansi Flick. Llegó arrinconado por la oposición que le pedía «la dimisión de forma inmediata» en una decisión sin precedentes porque se unían todos los grupos a esa demanda.
Y se va aliviado, con Dani Olmo en el campo, Pau Víctor en el banquillo, posando como si fuera un jugador más, levantando el primer título del Barça de Flick, un entrenador que es, en realidad, su primer entrenador.
Tuvo Laporta a Koeman, pero era de Bartomeu. Trajo luego a Xavi, pero tampoco era de Laporta, quien se vio obligado a abrirle el banquillo del Barça al dueño del proyecto deportivo de Víctor Font, el candidato que derrotó en las elecciones. Llegó el presidente del Barça con más presión que nunca, pendiente de la llamada del Consejo Superior de Deportes (CSD) que le diera aire y algo de calma.

Florentino Pérez, presidente del Madrid, y Joan Laporta, del Barça, en la ceremonia de entrega de medallas tras la final de la Supercopa de España. / Efe / Alberto Estévez
Fue entonces, una hora antes de disputar la semifinal contra el Athletic, cuando soltó la ‘botifarra’ que le convirtió en portada mundial. Luego, el silencio (hablará este martes en la ciudad deportiva de Sant Joan Despí) y en dos partidos, el Barça de Flick le entregó el mejor tesoro posible: dos triunfos, incluida una manita al Madrid de Mbappé, Vinicius, Rodrigo y Bellingham.

Lamine Yamal celebra el 1-1 del Barça al Madrid en la final de la Supercopa de Yeda. / Efe / Str
Un título, el primero del técnico alemán, que festejó Laporta con la plantilla sobre el césped. Lo levantó liberado porque aterrizó viviendo su período más oscuro del segundo mandato y abandonó Yeda lleno de alegría, levantando el trofeo de la Supercopa rodeado de todos los jugadores. Flick, más discreto, se lo miraba también aliviado.
Aliviado y eufórico, con evidentes muestras de emoción salpicando su rostro, estaba el presidente del Barça, Curiosamente, mantuvo la compostura y las formas en el curioso palco del estadio.
Sentado en una exuberante sillón y no lejos de Florentino Pérez, el presidente del Madrid, estaba Laporta. Ya con el 2-5 en el marcador, mientras el barcelonismo festejaba esa nueva exhibición del grupo de Flick, bajó el dirigente azulgrana al túnel de vestuarios.
Ahí seguía teniendo a su lado a Florentino, quien luego susurró a Modric: «Alguna final teníamos que perder», le dijo el presidente a Modric para intentar consolarlo tras esa goleada. «No podemos lamentarnos mucho, el Barça ha sido mejor. Pero si tenemos que elegir perder una final pues es esta», comentó luego el croata.
Luego, una vez entregadas las medallas a los subcampeones y después a los campeones, Laporta se quedó en el centro del escenario alzando esa Supercopa tal si fuera una Champions. Y en tiempos de grave crisis económica, y con un ruido sin fin que procedía de la oposición, para él lo fue.
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